Como todos sabemos, para los niños todo es nuevo a la par que sorprendente. Todo un mundo de sensaciones y experiencias comienza a llegar a sus vidas mientras van creciendo poco a poco. Para que los niños se vayan adecuando, los papás deben proporcionar a sus hijos el tiempo necesario para jugar. El juego y los juguetes simbólicos hacen que los niños pasen de ser espectadores a convertirse en los auténticos protagonistas. En este tipo de juegos, los más pequeños pueden explotar al máximo su creatividad, revivir acontecimientos, imaginar cualquier tipo de aventura o incluso imitar a sus padres en el día a día.

El juego simbólico o los juguetes simbólicos son muy estimulantes para ellos ya que tratan de inventar situaciones en las que pueden llevar a cabo cosas que podrían resultar imposibles para ellos en la vida real. Ser Policías, cocineros, periodistas, pilotos de carreras, veterinarios e incluso papás y mamás. Es importante destacar que estos juegos les ayudan a comprender su entorno, sus conocimientos y contribuyen al desarrollo de la memoria, la atención, la atención y, por supuesto, la creatividad.

Tampoco podemos olvidar que estos juguetes simbólicos sirven para que los niños se socialicen, se pongan en la piel de otros personajes y empatizar con los sentimientos, las emociones o los diferentes roles del juego en cuestión. El lenguaje también tiene que ver con este tipo de juegos y es que al dar de comer a la muñeca, al acostarla o al vestirla, repetirá frases como “debes comértelo todo”, “ya es hora de dormir” “levanta que vamos al cole”. Algunos expertos han asegurado que de esta forma, los niños empiezan a expresar verbalmente lo que antes sólo expresaban con acciones significa que ha empezado a jugar con las ideas adelantando sus intenciones, sus historias, alimentando así su imaginación y potenciando y estimulando el desarrollo del lenguaje”.

Según Jean Piaget, famoso psicólogo y biólogo muy conocido por sus estudios sobre la infancia y por su teoría del desarrollo cognitivo y de la inteligencia, “el juego simbólico se enmarcaría dentro de un periodo conocido como Estadio Preoperatorio y se caracteriza por tener diferentes fases de maduración”.

Tal y como asegura Piaget, “en sus inicios, alrededor de los 18 meses, el juego simbólico es de tipo individual, para progresivamente ir transformándose en un juego colectivo. Los niños empiezan poniendo en práctica el “como si..”, como si durmiese, como si comiese, como si cayese, o proyectan estos actos en otros: el osito duerme, el osito come. Un poco más adelante, el símbolo es un poco más complejo, su imaginación va más allá cuando un objeto se convierte en otro: una piedra es un coche o una cuchara es un avión”.

Los juguetes simbólicos van creciendo con nuestros hijos

De este modo, poco a poco, el juego simbólico es cada vez más elaborado. Mediante combinaciones simbólicas, combinaciones compensadoras, liquidadoras o combinaciones anticipatorias, transformando una situación estresante en otra a su gusto que le ayuda a sentirse mejor o incluso, a superar miedos. Hacia los 3-4 años el juego simbólico empieza a ser mucho más colectivo, con construcciones mucho más complejas, simulacros donde intervienen diferentes personajes y donde los niños se atribuyen distintos roles llegando a hacer auténticas representaciones teatrales en sus espacios de recreo, como por ejemplo una familia con mascota incluida, que se va de vacaciones.

En resumen, el juego simbólico ayuda al niño a comprender su entorno, a desarrollar su lenguaje e imaginación, a superar situaciones estresantes y a empatizar contribuyendo activamente en su desarrollo emocional. Entre los 4 y 7 años el juego es protagonizado, también considerado como socio-dramático o de representación de papeles de acuerdo a las interacciones de los niños. Al principio se centra en la vida más próxima del niño/a (la familia, los animales, el colegio, la casa, los juguetes) y luego en otros entornos cercanos (las profesiones, los roles sociales), o en personajes de ficción.

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Beneficios del juego y los juguetes simbólicos:

  •  Potencia la creatividad.
  •  Fortalece el lenguaje y la capacidad de comunicación.
  •  Fortalece las habilidades sociales y el trabajo en equipo.
  •  Promueve el desarrollo de la capacidad de análisis y la resolución de problemas.
  •  Desarrollar la capacidad de imaginar.
  •  Asimilar y comprender el entorno que le rodea
  •  Desarrollarse emocionalmente.
  •  Favorecer su desarrollo motor

El punto de partida será el juego compartido del niño, primero con la madre y después con sus iguales. No se puede dar el juego simbólico en el niño si antes no ha habido, ni hay juego compartido. La edad en la que los niños tienen capacidad para simbolizar es a los 2 años y se desarrollando a lo largo de la infancia. Así, el juego simbólico será cada vez más complejo tal y como hemos indicado más arriba.

¿Cómo evoluciona el juego simbólico según la edad de nuestros hijos?

Etapa 1. Juego presimbólico (12-19 meses)

– Identifican el uso funcional de los objetos de la vida diaria, asocian gestos o acciones con objetos como beber de un vaso vacío.

Etapa 2 Juego simbólico

– Desde los 18 meses imita escenas de la vida cotidiana como dar de comer a una muñeca o hace como si hablara por teléfono.

– Desde los 20 meses comienza a combinar dos objetos, como poner una cuchara en un vaso.

– Desde los 22 meses comienza a representar un rol como jugar a las madres o a sustituir objetos.

– Desde los 30 meses empiezan a introducir personajes de ficción, secuencias de como jugar a médicos; los objetos ya no tienen que ser reales y como el lenguaje ha evolucionado y tienen más habilidades comunicativas, pueden adoptar diferentes roles en el juego.

– Desde los cuatro años ya pueden utilizar gestos y lenguaje para establecer las diferentes escenas del juego, planifican el juego, improvisan y la interacción con los iguales se convierte en un juego cooperativo.

En las aulas

En las escuelas, al menos hasta que tienen seis años, el juego simbólico es probablemente el mayor instrumento de aprendizaje que existe. Por este motivo, en la mayoría de escuelas, en sus aulas infantiles son muy conscientes y lo potencian al máximo. Organizar las aulas en este sentido responde a una estrategia pedagógica que persigue el desarrollo de los diferentes aprendizajes del niño en función de sus necesidades y, a la vez, permite su integración. Jugando interactúan entre ellos, imitan a los adultos, se ponen en el lugar del otro, desarrollan su imaginación, la creatividad. Se expresan e intercambian emociones, positivas y negativas. Crean liderazgo, aprenden a tomar decisiones personales y en grupo, y de esta manera la inteligencia emocional y racional se van desarrollando con el único acto de jugar y respetando los diferentes ritmos de cada niño.

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